domingo, 7 de noviembre de 2010

El Signo en el Tiempo

                                                        "Esto no es una pipa" Magritte

El Signo en el Tiempo:

ANTIGÜEDAD:

Los griegos de la antigüedad daban diverso significado al término “signo”. El médico Hipócrates para referirse a los “síntomas” de una enfermedad los llamaba “semeion” (signos); Parménides llamaba “signos” a las pruebas de verificación de algún hecho.

Platón:

Para Platón la mente conoce mediante la reminiscencia de las cosas que el alma había olvidado. Los objetos del mundo son estímulos sensoriales que nos ayudan a reconstruir la verdad a través del recuerdo (Mito de la Caverna).
El mundo trascendental de las ideas es la realidad superior y verdadera. Las palabras no son las cosas, sino que están en lugar de.

Aristóteles: (320 a.C.)

Para Aristóteles es posible conocer la verdad, con mayor o menor acercamiento. Las palabras sirven para darles nombres a las cosas, están en lugar de las cosas. Por eso las palabras no son signos sino símbolos, es decir, cumplen con la función de ser marcas para que la mente reconozca algo. Aristóteles establece la distinción entre signo lingüístico, mente (alma o razón) y realidad representada por el signo.

Para Aristóteles los signos pueden ser de diversas clases (signos, símbolos, indicios). Las palabras son símbolos convencionales (no son verdaderos ni falsos). Una palabra (significante) no tiene ningún significado, sólo adquiere uno cuando se convierte en símbolo: el significado que la convención establece (arbitrariedad).

Los estoicos:

Fueron los primeros en establecer las diferencias entre signo-significante-significado, anticipándose a la ligüística contemporánea.
Para ellos el signo es biplánico (contenido-expresión) que se refiere a una realidad distinta: el referente.

La Edad Media:

San Agustín: (354-430)

En el lenguaje humano verbal se hacen presente tres elementos: la “locución” (palabra proferida con
voluntad de significar algo); la “palabra interior” (que expresa la vida del alma), y la “fuerza recursiva” (representación mental de la cosa aludida).
Agustín distinguió entre signos naturales y signos convencionales. Natural es, por ejemplo, el humo, pues indica fuego. Convencional es la lengua o los gestos.


Tomás de Aquino: (1225-1274)

Las palabras son vehículo de acceso al conocimiento de la realidad. Para él signos son no sólo las palabras, sino también el brote de las plantas (que anuncian la primavera), el rubor del rostro (que indica vergüenza); pero signo por excelencia son las palabras. No son sólo sonido, sino también palabras (conceptos): “Lo hablado es un signo audible de un concepto interior”.

Guillermo de Ockham: (1280-1349)

Para Ockham la realidad sólo es particular e individual, y lo que llamamos ideas universales sólo son nombres (nominalismo), pues no hay esencias específicas universales de los objetos. Los signos son ante todo términos mentales necesarios para comprender la realidad y comunicarnos. Todo término mental es una creación del alma (mentalismo).

Fray Juan de Santo Tomás: (1589-1644)

El signo contiene dos facetas: una instrumental, porque es un medio y vehículo de comunicación, con una dinámica dirigida a los procesos de interacción; y otra faceta interior: formal y cognitiva, ya que el signo sirve para dirigir la mente al conocimiento de las cosas, permitiendo una mejor adaptabilidad al mundo. Son los signos los que nos facultan realizar en forma indirecta esas tareas, por la índole de mediación que poseen (ver Bloomfield).

SIGLOS XVII Y XVIII:

Descartes y Port-Royal:

Port-Royal aplicó el sistema cartesiano de las ideas innatas –es decir, de la presencia a priori de conceptos en la mente- al estudio de las lenguas. Las ideas tienen primacía por encima de la experiencia, por tanto el concepto es más importante que las cosas a las cuales ellas se refieren. El referente de los signos se diluye en la incertidumbre propia de todos los seres materiales. Todos los procesos lingüísticos y semióticos tienen un carácter de categorías mentales.
Los lingüistas de Port-Royal distinguen entre gramática general (aplicable a todas las lenguas), y gramática particular (aplicable a una sola). Poseen la idea de un código universal común a priori, en relación con las diversas construcciones lingüísticas. El lenguaje es un reflejo del pensamiento, y las leyes del pensamiento, son iguales en todas las personas. Los signos se crean a partir de una estructura profunda de la mente, y expresan el significado de una forma común en todas las lenguas. Las lenguas tienen su fundamento en una serie de nociones que se presuponen generales a toda la especie humana, y que permiten construir gramáticas que traducen esa estructura común y natural del funcionamiento mental del ser humano (compararlo con Chomsky).

Tomás Hobbes: (1588-1679)

Las palabras son propiamente signos de las ideas antes que de las cosas. Cualquier signo que se forma en nuestra mente tiene su origen en la experiencia. Las ideas universales no son más que palabras (nominalismo). Las palabras son signos de los conceptos que sirven para conservar los pensamientos en la memoria y comunicarlos a los demás.

 John Locke: (1632-1704)

Cualquier forma del conocimiento proviene de la experiencia, no de alguna idea innata. La mente humana conoce mediante las ideas, que son intermediarias entre la realidad objetiva y la conciencia. Las ideas son los primeros signos que disponemos para conocer las cosas. Las palabras también son signos que nacen de las “ideas sensibles”. Las palabras (sonidos), al nombrar las cosas, son imperfectas, porque se relacionan con las ideas de modo arbitrario (compararlo con Saussure).

George Berkeley: (1685-1753)

No existen los conceptos universales. Las ideas generales no son sino la suma de propiedades y de conceptos particulares (nominalismo). Los signos no desempeñan un rol intermediario entre la realidad y nuestra mente, porque las cosas son nuestras mismas percepciones y las palabras sólo están para nombrar a éstas.

Dionise Diderot: (1713-1784)

El lenguaje verbal distorsiona de alguna manera la realidad, pues se desarrolla en una sola dimensión de duración temporal. En cambio los ademanes y los gestos se realizan según las tres dimensiones, propias del mundo, por lo que tienen más fuerza en la comunicación.

Wilhelm von Humboldt: (1767-1835)

Consideraba a la lengua como un mundo autónomo, sin relación alguna con una supuesta matriz universal, aunque la capacidad para producir signos lingüísticos la tienen todos los pueblos. Cada lenguaje es un sistema único e individual, los signos y los sonidos verbales carecen de sentido, sólo lo adquieren una vez que entran a formar parte de una estructura idiomática, gracias a la función del pensamiento y la mente humana que es capaz de construir reglas y gramáticas. Una lengua está constituida por una estructura general (dada por la mente) y por una forma individual (dada por cada individuo).
Las lenguas son dinámicas y están en continua evolución, porque dependen del espíritu humano que permanentemente va formando léxicos, reglas sintácticas y semánticas. La lengua es un fenómeno histórico, tiene un devenir que depende de la mentalidad y de la sensibilidad de cada pueblo, no hay que buscar en ella formas o esquemas universales.

Resumen hecho del libro de: Victorino Zecchetto: “La danza de los signos”

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