El hombre habla, no sólo en estado de vigilia de su “ser ahí”, sino también cuando sueña. Él no habla de vez en cuando, sino siempre. Siempre, quede claro, no sólo cuando deja traslucir su discurso, sino que habla en la vigilia y el sueño, también entonces, aunque no deje vislumbrar una palabra. En la vigilia de su “ser ahí” no deja translucir ninguna palabra en particular, especialmente cuando escucha en silencio el discurso de otro, o cuando lee también en silencio lo escrito. Exclusivamente por eso, lo dicho sugiere que estamos hablando también al escuchar silenciosamente o al leer, porque en ambos casos nos ocupamos, al entender, de la lengua oral y escrita. A partir de aquí se podría opinar: no hablamos cuando no dejamos vislumbrar palabras, ni cuando nos ocupamos entendiendo de manera oral y escrita, sino cuando nos aplicamos en silencio a un trabajo o a una simple faena o, por el contrario, cuando descansando de tales actividades, nos dedicamos al ocio. En cambio, hablamos también en estas situaciones del “ser ahí”. El hombre habla siempre y en todos los ámbitos de su “ser ahí”, aunque las formas de su discurso no son uniformes, sino heterogéneas. El hecho de que se hable en todos los modos de ejecución de nuestro “ser ahí” -también allí donde nosotros habitualmente no sospechamos- indica que hablar en este sentido amplio e integral nos es “natural". Lo que nos es natural, pertenece a nuestra “Naturaleza”, a nuestra esencia, a la esencia del ser humano. Lo que pertenece a la esencia del ser humano, lo determina intrínsecamente; no puede solamente ser el resultado de un acto de voluntad, sino que lo determina ya antes de todo acto de voluntad. Con todo esto queda indicado cómo el hablar y la lengua determinan la comprensión misma y la comprensión cósmica del ser humano naturalmente. Queda abierto todavía qué es, pues, lo lingüístico en todos los modos de realización de la comprensión de uno mismo y de la del mundo.
(MARTIN HEIDEGGER)
El hombre es la palabra o la palabra es el hombre?
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